domingo, 15 de enero de 2012

Milenio: Una historia de abuso

Una historia de abuso y crueldad

Cd. de México • 15 Enero 2012 - 10:29am — Humberto Ríos Navarrete, (Crónicas urbanas)

[i]Sexting[/i] —envíos por teléfonos celulares de imágenes con contenido sexual— es un delito cada vez más frecuente en México. El caso más reciente es de un joven, quien fue desvestido, ultrajado y fotografiado por sus compañeros.

Foto: Archivo

Ciudad de México • La policía cibernética ha rastreado huellas de sospechosos en internet, un terreno fértil donde ya es común la distribución de imágenes de relaciones sexuales entre jóvenes. No todos los afectados, sin embargo, revelan el hecho ante las autoridades. Un caso, que podría considerarse excepcional, ocurrió hace poco, donde un joven, además de ser desvestido, fue ultrajado y filmado por compañeros de trabajo.

Un caso de sexting laboral.

Y otros ilícitos.

Sucedió el pasado 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes, cuando Lucinda —llamémosla así— se enteró que —además— imágenes de su hijo, quien sufre retraso psicomotriz, podrían circular en el ciberespacio, ya que los atacantes, siete, sus propios compañeros, así lo habían anunciado, después de obligarlo a vestirse de mujer y toquetearlo, humillarlo, zaherirlo.

Y ese colofón del muchacho:

—Se pasaron de lanza…

Lo escuchó su hermana.

Y luego la madre.

Detrás de aquel doloroso enunciado había una historia de terror, misma que comenzó a las 17:30 de ese día, cuando uno de sus compañeros de trabajo le dijo que le hablaba el supervisor. El joven se negó. Sospechó que era mentira. Entonces el mensajero y otros lo forzaron a subir a una camioneta, y ya adentro fue desnudado. Enseguida lo vistieron con ropa de mujer. Lo toquetearon. Lo ofendieron. Lo sometieron.

Y esa pregunta:

— ¿Te gusta…?

Y la ofensa.

Lo avasallaban.

Luego lo llevaron al estacionamiento. El joven intentó zafarse. Imposible. Y comenzaron a fotografiarlo con teléfonos celulares. Los presuntos culpables: Rogelio, Jonathan, Emmanuel, Víctor, José Antonio, Pedro y Alejandro.

—Le dieron golpes en la espalda y zapes en la cabeza —relató la madre al fiscal.

La víctima describiría el terror.

***

Esa tarde —señala el reporte policiaco—, el joven realizaba su labor de limpieza en un estacionamiento, cuando observó que entraba una camioneta blanca pick up, de la que descendió el chofer, quien le dijo:

—Te habla el supervisor…

—No te creo.

—Sí es cierto, préstame tu radio.

El muchacho se opuso.

Y aquél advirtió:

—Te subes por las buenas o por las malas.

Y adentro de la camioneta observó que había otros cuatro. El chofer le ordenó que entrara a la cabina, donde ya estaba El Gun, quien comenzó a toquetearlo, mientras el chofer aceleraba hacia la parte posterior del estacionamiento, donde detuvo el vehículo; enseguida, bajó y sacó del asiento un top azulado y un suéter del mismo color.

—Póntelo —le ordenó.

Y el muchacho dijo que no.

—Si no te lo pones, te rompo tu madre —advirtió el chofer, mientras El Gun y otro más lo sujetaban de las manos y lo obligaban a descender.

Acto seguido le quitaron la camisola y la playera, y le dijeron que se pusiera un top y el suéter, pero él se denegaba. Luego sacaron una falda blanca y ordenaron que se la colocara encima del pantalón y él dijo que no, pero no tuvo más alternativa que obedecer, pues el acoso
era desmedido.

La camioneta aceleró hacia la entrada de las instalaciones de la empresa, donde estaban otros cuatro cómplices, y ahí se bajaron todos, pero él fue retenido en el asiento, mismo que de inmediato ocupó Alejandro y El Pelón, quien lo empujó hacia atrás y fue cuando el muchacho se atoró con la palanca de velocidades, por lo que El Pelón aprovechó para quitarle el pantalón y el bóxer, mientras Alejandro lo sujetaba de las manos.

—Ya estuvo —dijo El Pelón.

Comenzó a toquetearlo.

Y el escarnio.

Los demás desenfundaron sus teléfonos celulares y comenzaron a filmarlo. El muchacho logró zafarse y con la mano izquierda agarró su camisa y se cubrió la cara, quedando con la vista al parabrisas, de espaldas, y entonces sintió más tocamientos, manos que lo agredían, y más golpes, y escuchó el martilleo de
aquella pregunta.

—¿Te gusta, te gusta…?

Y en coro anunciaron:

—Esto va a YouTube…

—Y para que se entere la banda…

Después de esa expresión lo soltaron, pues cerca de ahí pasaba una persona, y el muchacho se metió a la oficina del supervisor, luego de que éste ordenara la devolución de su ropa y exigir que lo dejaran en paz, y enseguida el agredido entró al baño para cambiarse, mientras a su espalda resonaban cuchicheos y burlas de sus verdugos.

La secretaria del gerente de la empresa preguntó por “el relajo” suscitado. El muchacho sintetizó lo acontecido y más tarde salió a la avenida Tlalpan —había terminado el turno— y vio y escuchó cómo El Gun, una mujer y otro compañero de trabajo se burlaban.

Llegó a su casa.

Y cundió la indignación.

***

Un grupo de agentes de Investigación de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal, “mediante un dispositivo dinámico de inteligencia”, se dirigió al lugar donde sucedió el ilícito y detuvieron a los presuntos implicados, uno de los cuales, Pedro, de 45 años, “con estudios superiores”, tiene antecedentes por delitos contra la salud y robo.

“Al momento de su detención”, señala el reporte, “se aseguraron los teléfonos celulares que portaban
los imputados”.

La víctima, “al ser valorado por peritos en la materia, presenta sintomatología por agresión sexual”.

“Se trata de un tema de sexting de tipo laboral, en el que los probables responsables”, añade el reporte, “grabaron imágenes de la víctima de contenido sexual en sus teléfonos celulares, con el fin de enviar dichas imágenes a las redes sociales”.

El último día del año que acaba de pasar, los siete presuntos culpables fueron presentados ante los medios de comunicación —de pie y parcos, cabezas gachas, como apenados— y luego trasladados al Reclusorio Norte, por el delito de “abuso sexual agravado”.

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