miércoles, 31 de agosto de 2011

Cada tres minutos, el instinto asesino

Cada tres minutos, el instinto asesino

Homero Bazan

EL UNIVERSAL

Manejar en la ciudad de México se ha convertido en una bomba de tiempo, en algo parecido a la incursión diaria en una jungla, que si bien está cubierta de asfalto, despierta en nosotros los instintos más primitivos.

Cada tres minutos al volante, afirman especialistas, factores tan comunes como el que alguien se cierre a nuestro paso, nos toquen el claxon o no avancen con suficiente rapidez, despiertan una agresividad ancestral preocupante.

El año pasado, regresando en el auto a mi casa, me sorprendió cuando un conductor le tocó el claxon a un vehículo y el ocupante del segundo, frenó y se bajó furioso con una pistola, haciéndole la seña para que se atreviera a volver a tocar la bocina.

La semana pasada, en la cuchilla que converge hacia un eje vial, fui testigo de cómo un auto se cerró levemente a otro, lo cual fue suficiente para que el conductor del primero le cerrara el paso al segundo, se bajara con un bat de beisbol y comenzara a golpearle el auto, y eran apenas las 7 de la mañana.

Algo grave está ocurriendo en la ciudad de México con la agresividad que se vive tras el volante, nos convertimos en monstruos a partir del momento en que reemplazamos los dos pies por las cuatro ruedas, y pocos se han percatado de este fenómeno, que si bien, no es nuevo, ha cobrado tintes mayores debido al crecimiento de la urbe.

Es precisamente esa mayor densidad poblacional, aunada a factores de inestabilidad económica y violencia social, lo que en opinión del sicólogo Esteban Ramírez y el sociólogo Moisés Flores están ocasionando un incremento en la agresividad tras el volante de los capitalinos.

Desde sus diversas áreas de estudio, cada uno ha desarrollado por separado una investigación al respecto, sustentada por estadísticas urbanas, estudios de campo, comparación de tablas poblacionales y reunión de datos durante terapias para el manejo del enojo y la ira.

Entre los datos que más llaman la atención, se encuentra precisamente la curva de los 3 y 5 minutos, tiempo en el que calculan, nuestro espacio vital se ve invadido de forma intermitente por otros vehículos. Es decir, en un trayecto que dure 30 minutos, un conductor en el DF tendrá entre 6 y 10 explosiones de ira, mismas que van desde tocar el claxon, mirar con odio, insultar con señas o gritos, hasta arrojar objetos contra otros vehículos o bajarse para iniciar peleas.

En terapias a varios pacientes con problemas de agresividad, Esteban Ramírez descubrió que la mayoría de ellos, al estar al volante, miran a las calles de la ciudad, no como vías colectivas, sino como su camino personal. “Cuando hay 10 millones de dueños particulares del Viaducto, del Periférico, de Avenida Insurgentes y Reforma, surgirán muchos problemas”, afirma el sicólogo.

Otros datos curiosos muestran: que hoy las mujeres tocan el claxon hasta 30 por ciento más que los hombres; que para un gran porcentaje de los conductores agresivos el auto se convierte en una especie de “cabina de desfogue” para insatisfacciones laborales, conflictos familiares, frustración sexual, problemas económicos, etcétera; además de que los capitalinos son clasistas y tocan menos el claxon a autos de lujo y mucho más a modelos austeros.

Lo preocupante, afirman, es que el crecimiento poblacional, aunado al escalamiento de la violencia, no hará sino agravar el problema, pudiendo llegar el día, en que por el hecho de tocar la bocina o insultar a otros conductores, se corra un riesgo estadístico alto de jugarse la vida.

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